Culturas Indígenas de Puerto Rico
Esta colección es una de las más completas y significativas del Caribe. Alberga objetos claves para el estudio del desarrollo cultural de los principales grupos indígenas de Puerto Rico: los Arcaicos, Saladoides (Igneri), Huecoides, Ostionoides y Taínos. Se ha ido conformando por medio de donaciones y compras, así como por excavaciones arqueológicas llevadas a cabo por los arqueólogos del Centro de Investigaciones Arqueológicas, adscrito al MHAA.
Puerto Rico
Los arcaicos son los primeros pobladores antillanos cuyo real origen aun se desconoce con certeza. Aunque proceden del continente América del Sur, la entrada a las Antillas pudo ocurrir en más de un lugar extendiendo las posibilidades desde la península de la Florida (Estados Unidos) y la península de Yucatán (México) hasta las costas Centroamericanas y el norte del continente sudamericano. Esta cultura, a veces llamada mesoindio, ciboney, precerámico o guanahatabey, vivía en pequeños grupos familiares organizados en bandas seminómadas y probablemente en algunos casos, relativamente sedentarios. Eran cazadores, pescadores y recolectores de moluscos, además de horticultores y recolectores de frutas y vegetales. No conocían la producción cerámica ni la agricultura intensiva.
Las evidencias arqueológicas obtenidas en los depósitos residuales arcaicos, popularmente conocidos como concheros, señalan que utilizaron intensamente los recursos naturales costeros, sobre todo las áreas de manglares, por su rica fauna. Se distinguen por su tecnología basada en el instrumental lítico y de concha del que dependían para su subsistencia.
En Puerto Rico se han descubierto varios sitios con material arcaico, tal es Cayo Cofresí, en Salinas; Cueva María de la Cruz, en Loíza; Angostura, en Barceloneta; Maruca, en Ponce; Caño Hondo y Puerto Ferro, ambos en Vieques. Las fechas más antiguas proceden del sitio de Angostura.
Esta cultura de gran antigüedad corresponde a la primera etapa del proceso de poblamiento de nuestra Isla por grupos agroalfareros. El cultivo de tubérculos, tales como la yuca, hizo posible la vida sedentaria de este grupo y le permitió fundar poblados y aldeas que fueron habitados durante cientos de años.
La colección de la cultura Huecoide proviene de las excavaciones en el barrio La Hueca, en la finca Sorcé, en Vieques. Entre la gran variedad de artefactos destacan los amuletos, así como las cuentas y los adornos elaborados en piedras semipreciosas. Los adornos se pueden identificar en dos tipos: los corporales -piezas zoomorfas, antropomorfas y antropozoomorfas que representan batracios, reptiles, murciélagos y cóndores- y los tallados en nácar, utilizados posiblemente como incrustaciones, o para ser cosidos sobre tejidos. La presencia de estas piezas apunta hacia una compleja organización social y al dominio del tallado en piedra y concha.
Entre sus características culturales se encuentra la cerámica, cuyas vasijas de uso doméstico y ceremonial se distinguen por la ausencia de pintura, por la peculiar ornamentación asimétrica de sus vasijas, y por la reducida variedad en las formas de las vasijas y en los patrones decorativos. La técnica decorativa es la modelada, la incisa con la variante del entrecruzado, que generalmente rellenan de una pasta blanca o roja.
Los objetos huecoides de la colección fueron rescatados en trabajos de excavación realizados por Yvonne Narganes Storde y Luis Chanlatte Baik, arqueólogos del Centro de Investigaciones Arqueológicas del Museo.
Un segundo grupo de agroalfareros que llega a Puerto Rico fueron los saladoides, también conocidos como la cultura Igneri. Estos indígenas, de filiación cultural arhuaca, salieron del litoral nororiental de Venezuela, de la región de Saladero, de ahí su nombre: saladoides. Al llegar a la Isla, se asentaron en distintos puntos de la llanura costera.
Uno de los aspectos más destacados de su producción artística fue la cerámica para uso ritual, ornamentada con llamativos diseños geométricos en blanco sobre rojo. Las vasijas presentan una gran variedad de formas. Entre los objetos asociados a los saladoides están las hachas petaloides y planoconvexas, los morteros, yunques, machacadores, pulidores de piedra, raspadores, punzones, hachas, adornos corporales y recipientes de concha. Entre los adornos sobresalen las cuentas de piedra semipreciosas de forma bicónica y cilíndricas, los amuletos-cuentas y los delicados adornos de nácar.
La colección consta de objetos y material diagnóstico de cerámica fragmentada que ejemplifica los estilos de esta cultura: del sitio Canas, en Ponce; material procedente del yacimiento Cuevas, en Trujillo Alto; adornos que provienen de las excavaciones de Hacienda Grande, en Loíza: cuentas sueltas, amuletos y collares de cuentas en piedra, así como hachas y restos alimenticios.
El Centro de Investigaciones Arqueológicas posee la colección más completa de la cultura Saladoide proveniente de excavaciones en lugares representativos como lo son: Sorcé, en Vieques; y Tecla, en Guayanilla.
La cultura Taína floreció en las islas de Puerto Rico y parte de La Española (hoy Haití y República Dominicana), Jamaica, Islas Vírgenes y la parte oriental de Cuba. Estos fueron los primeros indígenas de las hoy Antillas Mayores que tuvieron contacto con los europeos. Durante esos primeros años, los cronistas españoles documentaron con referencias escritas, o crónicas, sobre algunas prácticas y creencias de estos pobladores del “Nuevo Mundo”.
Los artífices taínos se destacaron en la elaboración de diferentes objetos tallados en piedra, madera, hueso y caracol. La colección de la cultura Taína incluye dagas de piedra, aros líticos, codos, dujos -de madera, caracol o piedra-, cuentas tubulares y discoidales, orejeras, pintaderas, espátulas vómicas, amuletos, cemíes o trigonolitos, morteros, manos de mortero, hachas de piedra y caracol, cinceles, petroglifos, y raspadores. Muchos de estos objetos eran para uso ceremonial. Consta, además, de vasijas y fragmentos representativos de los diversos estilos cerámicos: Capá, Esperanza, Santa Elena y Chicoide.
El choque de la civilización europea con la sociedad taína trajo la pronta decadencia y desintegración de esta cultura. Sin embargo, podemos apreciar su legado en la gran cantidad de vocablos que se usan para nombrar pueblos, ríos, plantas y animales, así como otras palabras que sobreviven totalmente integradas a nuestra lengua. Esta herencia también se manifiesta en el cultivo de ciertas plantas como la yuca, el maíz, el tabaco, así como en algunas técnicas de construcción de bohíos, elaboración de canastas y hamacas, y en la confección de las higüeras como recipientes de uso doméstico.
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